sábado, 15 de agosto de 2015

Acto de desagravio al Sagrado Corazón de Jesús (Pio XI)


Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.


Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

Breve biografía de SS Pio XI


En su despacho y junto a quién sería su sucesor, el Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pio XII


Pío XI, de nombre secular Achille Damiano Ambrogio Ratti (Desio, Reino de Lombardía-Venecia, 31 de mayo de 1857 - Ciudad del Vaticano, 10 de febrero de 1939), fue el 259.º papa de la Iglesia católica, entre 1922 y 1939, con lo que su papado abarca casi todo el período de entreguerras. Por su extensa actividad, Pío XI habría de merecer diversos títulos: «el Papa de las encíclicas», por haber escrito una treintena de estas; «el Papa de los concordatos», al buscar mejorar las condiciones de la Iglesia en diversos países mediante la firma de 23 convenios; «el Papa de la Acción Católica», pues uno de los principales objetivos de su pontificado fue organizar a los laicos a través de la Acción Católica, con el fin de cristianizar todos los sectores de la sociedad; «el Papa de las misiones», por su impulso a la actividad misionera y, «el Papa de las canonizaciones», por haber elevado a los altares a 33 santos y haber dado cauce en su pontificado a 500 beatificaciones. Entre los santos proclamados por este Papa se encuentran san Tomás Moro, san Juan María Vianney, san Roberto Belarmino, por decir algunos. Entre las canonizaciones más recordadas se encuentran las de santa Teresa de Lisieux (1925), san Juan Bosco (1934), y santa Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes, esta última proclamada santa durante el Jubileo de la Redención (1933).3 Además, durante su papado también proclamóDoctores de la Iglesia a San Juan de la Cruz y san Alberto Magno.

Consulte sus Encíclicas



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